miércoles, 14 de julio de 2010

Anunciación Segunda:

Resultó mucho más sugerente en la segunda toma, la que dieron por buena, con las botas de cuero hasta los muslos, los pendientes de nácar, y un pañuelo algo espumoso que ondeaba, sólo de vez en cuando, con la brisa, y le favorecía. No resultó ser demasiado alta, aunque sí atractiva... una chiquita de rasgos suaves y  piel blanca, un niña de espalda tatuada que ocultaba, tras sus gafas de espejo y su melena lacia, un ceñito fruncido y una capacidad para el reproche insuperable. A una primera vista, sin embargo, no se diferenciaba en exceso de cuaquier otro figurante, de la señora con la cesta de la compra, ya digo, de los enamorados caminando del brazo hasta besarse, o de la chica que paseaba al perro, por ejemplo, empeñado en cazar palomas sin lograrlo. Tras terminar las tomas, y en cuanto se rompía el plano, un par de asistentes se avalanzaban sobre ella, dos asistentes  en extremo solícitas, como locas por corregirle el rímel, abanicarla, retocarle el peinado, o simplemente  protegerla del sol del mediodía, con su enorme sombrilla, muy florida, una de esas sombrillas, grandes y llamativas, con las  que se supone que  se cobija a una estrella, en las películas, tras terminar las tomas, cuando salen del plano. Especialmente si durante el rodaje hace mucho calor...¡y esta mañana fue verdaderamente calurosa! De manera que yo paseaba por el barrio tan tranquilo, callejeando simplemente por el placer de hacerlo,  hasta que al remontar la Cava Baja me topé de pronto con el enjambre de asistentes y cámaras, de auxiliares de producción, de figurantes con perro, órdenes por megáfono, varios extras con cara de aburridos, y un montón de personas no demasiado aseadas que, por lo general, en cuanto irrumpí en su dichosa escena, no me felicitaron, y es más, decidieron repetir la toma por mi culpa. A  Ella, y con Ella me refiero a la chica con toques de divita, la de los rasgos suaves aunque no demasiado alta, no parecí resultarle en exceso divertido, ni yo ni mi interpretación, seguramente por la manera en que irrumpí en el plano, arruinando de paso justo "su" momento, "su" escena, es decir: jodiéndolo todo. "¡Corten!", gritaron. Y alguien me sugirió que tal estuviese mucho mejor sentado, quietecito, sin cruzarme en el plano cada vez que rodaban. De manera que con algo malhumorada, la chiquita se volvió al fin al punto original, y aprovechó para  pasar a mi lado, hasta casi tocarme, odiándome, mientras desandaba el camino, y me miró altivamente, y dejó que la abanicasen de nuevo, y puso cara de estar pasando un montón de calor por mi culpa,  y repasó el colorete, y comprobó sus labios, y estiró sus pestañas y todo lo que fue necesario, porque si había alguna diva, por lo visto, en la plaza atestada, esa diva era ella, por mucho que repitiesen la toma una y mil veces por mi culpa, por mucho que yo me cruzase en  plano incorregiblemente . Y así fué como tuvo lugar la Anunciación Segunda, cuando comprendí que el verdadero protagonista, la estrella, que el actor principal, en realidad era yo, y  que por fortuna no necesitaba depilarme para demostrarlo, ni demostrar mi desaprobación constante, ni darme para nada aquellos aires.